Tuesday, December 25, 2012

TRES LIBROS DEL 2012

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

El 2012 fue un año de buenos libros. Empiezo este recuento de las lecturas que transformaron mi manera de ver y estar en el mundo con algunos comentarios breves acerca de tres textos: uno de ensayo político, otro de ensayo literario, y un tercero de crónica. Dejo a las novelas y la poesía para próximas columnas.

1: Este año salió a la luz el libro más reciente de Franco Bifo, Berardi, el pensador italiano post-obrerista que también contribuyó de manera central al funcionamiento de Radio Alicia hacia el último cuarto del siglo XX. No habría leído The Uprising. Poetry and Finance (Semiotext, 2012) si a inicios de año no hubiera dado, casi por casualidad, con After the Future (AK Press, 2011) y The Soul at Work. From Alienation to Autonomy (Semiotext, 2009), también de su autoría. En todos estos ensayos políticos, Bifo lleva a cabo una demoledora crítica a nociones de crecimiento y producción sobre las cuales hasta hace muy poco se sostuvo la idea del futuro como un lugar de inevitable mejoría o de ascendente complejidad. Cualquiera que trate de entender críticamente a la sociedad contemporánea, especialmente desde el punto de vista del trabajo y su relación con la producción de valor, se beneficiará, sin duda, de una lectura pausada y cuidadosa del análisis sobre las consecuencias—violentas, devastadoras, de precariedad—que ha provocado la sustitución del trabajo físico por el trabajo inmaterial, especialmente desde las últimas tres décadas del siglo XX. El giro lingüístico que tanto caracterizó a la filosofía de inicios de siglo, se translada ahora a la teoría política de corte marxista, revitalizando una forma de ver y vivir el mundo en su sentido más libertario. Bifo, quien descree de la mejoría próxima de la crisis que atacan al sistema capitalista, ha señalado que la imposibilidad de cuantificar el trabajo inmaterial ha desestabilizado la relación entre trabajo y producción, dando cabida así al engaño y/o la violencia más descarnada. Porque el lenguaje toma un lugar preponderante en procesos de producción también es fundamental en distintas formas de liberación. Su estudio de la poesía en tanto arma lingüística libertaria, en tanto el nacimiento sensorial y sensual del significado y el deseo, tal vez nos pueda dar pistas a aquellos que nos negamos a aceptar la precariedad del trabajo y de la vida cotidiana como el único futuro posible en tiempos de semiocapitalismo y tecnologías digitales varias. Cualquiera que lea a Bifo, se beneficiará también de los libros de su camarada economista Christian Marazzi, especialmente The Violence of Financial Capitalism (Semiotext, 2011), y de The Making of the Indebted Man: An Essay on the Neoliberal Condition (Semiotext, 2012), de Maurizio Lazzarato. Es posible leer a Marazzi en español: El sitio de los calcetines. EL giro lingüístico de la economía y sus efectos sobre la política (Akal, 200s).

2: Si Bifo y Marazzi me ayudaron a desmadejar las intrincadas estructuras de las crisis financieras y a entender en su justa dimensión la variedad de movimientos en rebeldía que sacuden el mundo en que vivimos, Antoine Volodine, autor francés que oculta su nombre verdadero, y con ello su idea de la autoridad de autor, tras una serie de sinónimos que se superponen unos a otros, arrojó una luz lúdica e imaginativa sobre el papel de la narrativa crítica en nuestros medios. Aunque la única de sus novelas que es posible leer en español , Ángeles menores, no fue publicada este año sino en el 2008,  y aunque su Le post-exotism en dix leçons. Leçon onze, fue publicado en 1998 por Gallimard, para mí el 2012 es el año de Volodine. En un ensayo que es más bien un performance de ideas, Volodine ha puesto en práctica la literatura post-exótica como ese artificio que va de celda en celda y que es sólo de y para los encarcelados. La escritura post-exótica es siempre una escritura contra el poder, especialmente el poder capitalista, y sus “ignominias sin nombre”. Disidente de entrada, refractaria por naturaleza, presa de una extraña sensibilidad extranjera, la literatura post-exótica se relaciona con cierto “chamanismo revolucionario” y con prácticas escriturales que se diseminan oralmente, ya sea aprendidas de memoria o ya recitadas en voz alta, puesto que en el encierro es difícil conseguir papel o acceso a tecnologías más avanzadas. Fabuladora o neo-fabulista, sin preocuparse por los límites estrictos entre la fantasía y el realismo, la escritura post-exótica preserva la memoria de los que tienen contacto con ella, que son quienes en realidad la hacen. Tal vez por eso es que entre el narrador y los personajes, entre la primera y las otras personas de las conjugaciones verbales, no hay más separación que “el espesor de un papel de cigarrillo”. Sin ninguna preocupación por la expansión o por el mercado, la escritura post-exótica es un modo de liberación para los encarcelados, que somos tantos.

3: Se acababa ya casi el 2012, cuando la editorial Surplus puso en mis manos Entre las Cenizas. Historias de vida en tiempos de muerte, editado y con la participación de las reconocidas periodistas Marcela Turati y Daniela Rea. Lo dije entonces y lo repito ahora: se trata del libro más relevante, tanto a nivel intelectual como emotivo, de todo este año. Es fácil caer abatidos en tiempos de guerra. En el afán crítico que todo lo arrasa, tratando de identificar causas con presteza y enfocarse con similar urgencia en las soluciones del caso, es a veces fácil pasar por alto la amalgama de acciones cotidianas que mantienen a una comunidad en pie. En México, especialmente ahora, es fácil olvidar las muy largas y muy vivas tradiciones de resistencia que marcan a este país desde su mismo nacimiento. No es extraño de ningún modo, pues, que una buena parte de las crónicas que animan este volumen hagan caso omiso de la linealidad del tiempo y citen, en la palabra y en la acción del presente, prácticas de organización y de creencia que han aparecido una y otra vez, transformadas siempre, actualizadas de alguna forma, en la historia de México. Porque, entre otras tantas cosas, lo que este Entre cenizas conforma es una historia viva del pasado reciente mexicano desde ese abajo múltiple, protéico, sináptico que está, en realidad, en todos los ámbitos del espacio social.

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Friday, December 21, 2012

TALLER DE RE-ESCRITURA EN OAXACA

Enero/Marzo 2013
IAGO, Oaxaca

Informes aquí:

RE-ESCRIBIR: APROPIAR, TRADUCIR, DES-APROPIAR

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DESDE EL MAL DE LA TAIGA

Ella es una detective con muchos fracasos a cuestas. Tanto, que su conversión a escritora de novelas policiacas se dio de una forma bastante natural. Un hombre la ha contratado: su mujer escapó con otro, a la taiga. Durante el camino ella le ha mandado cartas y telegramas: un rastro de migajas que perseguir. La instrucción es precisa: tráigala de vuelta. Entonces ella, la detective reconversa, irá siguiendo ese camino de pequeños corpúsculos. Se acompañará de un traductor que también le servirá de guía. Es un Virgilio renovado, lleno de reflexiones profundas. El mal de la taiga consiste en escapar de ese paisaje inhóspito, abandonar la cabaña, correr hacia el frío absoluto, sucumbir. Cristina Rivera Garza conoce el oficio de narrar, sus tiempos y sus palabras. La primera persona es una elección evidente. El tono se va acoplando al ambiente, la prosa está llena de zonas de indefinición, de dudas, de imposibles. Consigue contagiar el mal casi de inmediato: esta necesidad de salir sólo para encontrarse adentro, a expensas del lobo, de los elementos, de la mujer que escapa sin huir. Un pequeño libro tan disfrutable como estremecedor.

La nota completa, que incluye comentarios sobre cinco novelas alrededor del frío (Mankell, Donovan, Ruesch, Stamm), en Bien cobijados, de Jorge Alberto Gudiño Hernández.

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Tuesday, December 18, 2012

LA FIESTA YOU TUBE DE LOS GÉNEROS

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]


1Siempre me pareció que había mucho de femenino en “I´m your man”, enunciada a la manera de Leonard Cohen. Pero cuando la cantante británica Anna Calvi (Londres, 1982) promete que “será tu hombre” en la canción del mismo título [I´ll be your man: http://www.youtube.com/watch?v=zf0dO0clkwU] también hay algo, paradójicamente, de femenino. Y la incorporación aquí del adverbio que liga a la paradoja, esa proposición en apariencia verdadera que conlleva a una contradicción lógica o a una situación que infringe el sentido común, con lo que pareciera ser simétricamente opuesto es, por supuesto, intencional. Alguien ya fue y vino, eso es cierto. Y desde el lugar de partida, vuelto ahora el lugar de llegada, mira lo que quedó atrás. Todo se ve igual pero nada es lo mismo. No hay un cambio de 180 grados, quiero decir; hay uno de 360.
Es algo que estoy tratando de entender.
El hombre que promete ser hombre suena, en efecto, a mujer. La voz gravísima de Cohen dice: “Si quieres un amante / haré todo lo que me pidas / si quieres otro tipo de amor/ me pondré una máscara para ti”. Pero la mujer que promete ser hombre también suena a mujer. Anna Calvi dice: “Durante el día puedo ser tu amante / en la noche, estas palabras son verdaderas / ¿No me dirás lo que se siente? / Seré tu hombre”. No ha ocurrido aquí, como en los trastocamientos más, digámoslo así, tradicionales o equidistantes, un intercambio genérico. El hombre no se ha transformado en mujer, ni la mujer en hombre. Nadie mira a través de los ojos del otro ni se ha puesto los zapatos de nadie más. O, mejor dicho, alguien mira a través de los ojos de otro y se ha puesto sus zapatos, pero todavía no sabemos a ciencia cierta qué o quién es. O por cuánto tiempo.
La pregunta es inevitable: ¿Ofrecer ser el hombre de alguien (y ese alguien bien puede ser un hombre o una mujer), ya sea en el presente o en el futuro, convierte a la ofrenda en un acto/producto culturalmente femenino?
Lejos de simetría alguna, más allá de las oposiciones fáciles, el trastocamiento que va de I´m your man a I´ll be your man es múltiple e inestable. Narciso, de seguir vivo, tendría serios problemas para ver su rostro reflejado en las aguas turbias de estas dos voces. El cuerpo de donde surge la voz por la que atraviesan las palabras importa, por cierto. Esto es otra forma de decir que el juego, aquí, es un juego de géneros en forma de espejos encontrados. Y, sin embargo, las palabras que atraviesan por la voz que surge del cuerpo importan más. Esto es otra forma de decir que los géneros, en lo que respecta a este ejercicio comparativo, son escritura y, para el caso, escritura especular.
Hay un Lo Femenino en todo esto. Se trata de un Lo Femenino mutante. Es más una forma intranquila que un horizonte. Nadie habla aquí de un devenir.
La imagen, al final, que es otra forma del comienzo (y habremos de recordar que al comienzo era el verbo), parece la misma: se inicia con algo que suena a mujer (Cohen) y se termina también con algo que suena mujer (Calvi). Y, sin embargo, el paso por el cuerpo, que es el paso por la voz, ha distorsionado ya y para siempre los linderos, de por sí nunca estables, de la misma definición.
Todavía no sé qué pensar en realidad de todo esto.
2. Decir algo literalmente, argumenta la teórica queer Diane Fuss, radicaliza nuestra relación con la experiencia. Llevar la sintaxis hasta sus últimas consecuencias a menudo transforma a esas consecuencias, que constituyen la así llamada realidad, en algo extraño de nueva cuenta o por primera vez. Lo obvio es a veces así. De entre todos los que pecan de literalidad, a Fuss le interesó el caso de los caníbales, cuyo entendimiento literal de lo real los lleva a enunciar palabras que, habiéndose vuelto transparentes o blandas a través del uso cotidiano, se tornan obscenas o francamente mortales en sus bocas: te como a besos, te devoro, ¡qué dulce eres!
¿Y cuántas veces no hemos dicho algo similar cuando estamos enamorados?
No son pocas las canciones populares que han hecho un arte (o semi-arte) de esos vínculos entre el lenguaje del hambre (y el consumo y la incorporación) y el lenguaje amoroso. Aquí van sólo tres ejemplos.
Un gigante del siglo XIX que, luego de devorar niños y al llegar a la tremenda edad de 372 años, reposa en “una duermevela tan inocente como ésta” [http://www.youtube.com/watch?v=ipTUkasUzxE&feature=related]. Este “Gigante somnoliento” en voz de Natalie Merchant y en la versión de poema animado por David Kendall dice: “Tengo trescientos noventa y dos años / y me acuerdo con sumo arrepentimiento / cómo elegía y mordía vorazmente / a los adorados niñitos que iba conociendo //Me los he comido crudos, en sus trajes de fiesta / me los he comido en arroz sabor curry / me los he comido horneados con sus sacos y botas/ y me han parecido extremadamente deliciosos”.
Una bruja literaliza sus intenciones respecto a un Usted atacado por lo que podría ser un exceso de curiosidad. Esto en las voces de Eugenia León y Lila Downs en “La bruja” [http://www.youtube.com/watch?v=9pT4Q5piexc]: Me agarra la bruja y me lleva a su casa /
me vuelve maceta y una calabaza /
me agarra la bruja y me lleva al cerrito / me vuelve maceta y un calabacito/
que diga y que diga y que dígame usted / cuántas criaturitas se ha chupado ayer /
ninguna, ninguna, ninguna lo sé / yo ando en pretensiones de chuparme a usted”.
El significado de la Última Cena nunca volvió a ser el mismo [http://www.youtube.com/watch?v=fev26gkpCMc] luego de que Cecilia Toussaint cantara lo que le pasó con cinco amigos de confianza: “Uno con mis brazos se quedó / otro fue feliz con mis dos piernas / el pescuezo fue para el tercero/ el siguiente quiso la cabeza / y uno más toda mi ropa / fue quizá la última cena”.
Los ejemplos abundan, en efecto. Pero de la canción paran niños a la lírica popular, no deja de producir su dosis de perplejidad que el proceso de incorporación corporal, con tanta facilidad adscrito al lenguaje amoroso, sea tan literalmente violento, mortífero y, con frecuencia, fatal.
--crg

Sunday, December 16, 2012

Sí hay tal lugar. Una conversación con Cristina Rivera Garza

Una conversación (¡de casi 20 días!) con Diego Armando Arellano, de revista Cuadrivio:
Sí hay tal lugar. Una conversación con Cristina Rivera Garza

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TALLER EN OAXACA 2013

A mediados de enero del 2013 dará inicio

taller
APROPIAR, RE-ESCRIBIR, TRADUCIR
IAGO, Oaxaca
[Macedonio Alcalá No 507, Centro, Oaxaca, Oaxaca,]
los miércoles, de 5 a 8 pm

Informes e inscripciones:
Centro de las Artes San Agustín Etla
Independencia SN, San Agustin Etla, 68247 
Oaxaca
Teléfono:01 951 521 3042

--crg

Thursday, December 13, 2012

EL MAL DE LA TAIGA ENTRE LOS 20 MEJORES LIBROS DEL 2012


El equipo estuvo conformado por Roberto Cruz Arzabal (poeta y crítico literario, ganador del Primer Lugar del concurso de la Revista Punto de Partida -2007-, y colaborador en Letras Libres), Alejandro Flores Valencia (crítico cultural, director de la Iniciativa Telecápita y colaborador en la sección de cultura de El Economista), Eduardo de Gortari (poeta, autor de los poemarios Singles //05/08// (RDLPS, 2008) y La radio en el pecho (FETA, 2010), colaborador en Punto de Partida y “Tierra Adentro” y articulista en Radio Ibero sobre música y literatura), y Ádam Vázquez (crítico especializado en la literatura medieval, colaborador de “Tierra Adentro” y la “Revista Digital Telecápita”).

Esto dijeron de El Mal de la Taiga: 
Cristina Rivera Garza es una escritora preocupada por el lenguaje y preocupada también por lo que el Internet le ha hecho a la literatura (y viceversa). Rivera Garza se mueve con maestría en el ensayo y en la novela, es académica también; una de las mejores escritoras mexicanas vivas. El mal de la taiga  cuenta la historia de una detective cuya investigación la llevará a un viaje por la taiga que es también un viaje introspectivo. En la novela de Rivera Garza, los cuentos de fantasía, la novela de terror y la novela de detectives, le regalan varios guiños al lector, pero forman un terreno nuevo y fértil para los personajes de la historia. Puntos extras: el libro además contiene unsoundtrack sobresaliente.

Aquí el artículo completo: Los 20 mejores libros del año

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Tuesday, December 11, 2012

A MEXICALLI POR BULGARIA

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]



Seguramente es cierto aquello de que para conocer lo propio no hay como ir hacia lo ajeno. La ventaja de llevar a cabo este rodeo si se quiere comparativo y contrastante es que, aunque lo quisiera o por más que lo quisiera, el resultado nunca servirá para confirmar lo que se intuía o lo que se sabía. Sospecho que al que va hacia lo conocido por la ruta más larga lo guía su deseo de des-conocer, es decir, de asombrarse, más que su afán de confirmar el estado de las cosas. El periplo más largo, cuando es producto de la distracción o el azar, suele producir los nuevos ojos donde embona, a veces a la perfección, el asombro.
Gerardo Arana Villarreal (Querétaro 1987-2012) se aventuró por el camino más largo cuando decidió entrar en México por una de las vías menos esperadas: Bulgaria. Lo dice así literalmente: “Yo no sabía NADA DE BULGARIA/ hasta que decidí escribir un poema/ sobre México”. El libro, ilustrado por el mismo autor, quien para su oficio de muralista utilizaba el mote de Saúl Galo, inicia apropiadamente con un mapa, por decir lo menos, extraño. Ahí, dentro de la silueta de México, arrancando de su costa este y extendiéndose hacia el oeste por la meseta central, dando inicio un poco más al sur de la frontera con los Estados Unidos y, por lo tanto, cubriendo gran parte del territorio de Tamaulipas, se encuentra, sí, Bulgaria. “Toda cosa sirve para escribir una casa”, señala el texto que aparece en la base del mapa, “siempre que finques las bases del poema sobre tierra firme”. Son palabras de Rumen Sotoyanov. Otro poeta búlgaro, Sdravko Petrov, se encarga de presentar a la poesía de su país de origen como un cuerpo por donde corre “sangre plebeya”. Sin duda, la proclividad por la rebeldía, y el “odio a la monarquía y el fascismo“ que le adjudica, tienen mucho qué ver con que Bulgaria sea conocida, a decir de Petrov, como “el país de los poetas fusilados”.
Y es así, de la mano de los poetas fusilados, justo con ellos o siendo un poco ellos, que el lector puede entrar, poco a poco, en esa yuxtaposición de mapas y de textos, de información cuantitativa y de enigmáticas ilustraciones que conforman Bulgaria Mexicalli, una publicación que la editorial Herring lanzó apenas el año pasado (2011).
¿Estamos en Bulgaria? ¿Estamos en México? ¿Es esto el Tercer Reich o la guerra contra el narcotráfico? ¿Es el norte o el sur? ¿Existe de verdad un Jesús norteño? ¿Es el pasado o es hoy en el tiempo del poema, o es hace rato o mañana mismo? Gerardo Arana Villarreal no contestará estas preguntas ni afirmativa ni negativamente, pero, a cambio, las recorrerá palmo a palmo, yuxtaponiendo (que no significa colocar elementos en oposición a, sino al lado de) material de tradiciones poéticas e históricas solo en apariencia lejanas. “En México todos están muertos”, dice Arana que “Dice Rulfo”. “60,000 mil nomás por la guerra./ Dice otro”. Este peculiar intercambio entre un chileno y un mexicano da pie a un tercer mapa, un mapa, a ojo de buen cubero, alargado. Debajo del mapa está, en efecto, el nombre de Bulgaria, pero dentro del mapa aparecen de manera indistinta no solo nombres de estados y ciudades mexicanas (Tamaulipas y Monterrey, Veracruz y Hermosillo, por ejemplo) sino también otra designación, Santa Teresa, sitio fundacional de ese otro mapa que responde al nombre de 2666. Un poco más al norte está el Mexicalli del título.
No es extraño que un poema que pone en cuestión geografías y tradiciones nacionales, que un poema a cargo de producir contextos como tierras movedizas y palabras como caretas de otras palabras, se apropie y juegue y caiga en grandes poemas cívicos de las tradiciones que invoca y, luego entonces, al menos en este caso, convoca. No son pocos los que han intentado re-escribirSuave Patria, uno de los grandes poemas fundacionales del México moderno, publicado en 1921 por ese gran poeta católico y de provincias al que seducían sin duda los espacios domésticos que fue Ramón López Velarde. El remix de Arana Villarreal, aptamente titulado “Suave Septtembre”, involucra palabras claves de esa Suave Patria con pasajes enteros de Septiembre, del poeta modernista búlgaro Geo Milev (en traducción de Pedro de Oraá), quien fuera asesinado en 1925. A la vez familiar y absolutamente desconocida, la Suave Patria de Velarde, que es la patria que muchos aprendimos de memoria en las escuelas primarias públicas y no del siglo XX, se torna, más que nunca, en un aquí tremendamente vivo y dolido; tremendamente rabioso y veraz. Materia de hoy por hoy. Cosa ineludible. Vuelta “sardina” la de otra manera, hace tantos años ya, “épica sordina”, la patria es ahora pura “obscuridad y neblina”. “Grave Patria”, llama Arana, solo para dejar la alocución pendiendo de los dos puntos. “Grave Patria:/ Estrangulada en la selva hambrienta./ Antes de la caída de las hachas/ Gritan muertas de miedo las muchachas”. ¿Y quién que haya leído u oído alguna vez ese poema de íntima inauguración nacional no sabe que está por aparecer “el pájaro de oficio carpintero”? El ave acude también. Ahí está también. Aquí, en el perplejo y oscuro, juguetón y crítico “Suave Settembre” de Arana Villarreal, pero “El pájaro carpintero destruye un teléfono/ negro”.
Muchas más páginas serán necesarias para acercarse apenas a este poema, acaso el esqueleto mismo de ese gran triste majestuoso rabiosamente contemporáneo libro que es Bulgaria Mexicalli.Pero antes de llenar todas esas otras páginas por venir, van éstas en forma de saludo o de bienvenida o de abrazo. Ignoraba al leer el libro (gracias a un #bibliotuit de @nosergio, cuya curaduría bibliográfica en internet recomiendo) que Gerardo Arana Villarreal había muerto. Ignoraba que era muralista y dj y que, en su haber, se cuentan algunas novelas inéditas. Ignoraba que, durante su funeral, @barbariana, una tuitera extraordinaria, leyó, entre otras tantas, las siguientes palabras:
“Dios bendiga a aquellos de quienes no podemos despedirnos nunca.
“Dios bendiga a quienes hoy lloramos, porque somos cortos en tu luz misteriosa y porque no entendemos la distancia que separa los átomos de la creación del universo, porque seguimos sin saber si éste es otro de tus pases mágicos y si estás a punto, gitano, de saltar de la chistera en tu disfraz de conejito.
“Nos dueles querido joven Werther. Nos pesa tu risa y tus ojos, tu inventiva y tus largas manos intentando abarcar el mundo. Nos penetra todavía tu voz cargada de caracoles y sombras; que nos explicó el pasado y la geografía de Bulgaria, la Revolución Mexicana, el romanticismo tardío, los trenes, Allen Ginsberg y el verano sueco.
“Ahora todos sabemos lo que se siente que nos crezca un nenúfar en el pecho.”
--crg

Saturday, December 08, 2012

Y ASÍ LO HIZO

Al alba, la gente fue despertada por el repique de las campanas. Era la mañana del 8 de diciembre. Una mañana gris. No fría, pero gris. El repique comenzó con la campana mayor. La siguieron las demás. Algunos creyeron que llamaban para la misa grande y empezaron a abrirse las puertas; las menos, sólo aquellas donde vivía gente desmañanada, que esperaba despierta a que el toque del alba les avisara que ya había terminado la noche. Pero el repique duró más de lo debido. Ya no sonaban sólo las campanas de la iglesia mayor, sino también las de la Sangre de Cristo, las de la Cruz Verde y tal vez las del Santuario. Llegó el mediodía y no cesaba el repique. Llegó la noche. Y de día y de noche las campanas siguieron tocando, todas por igual, cada vez con más fuerza, hasta que aquello se convirtió en un lamento rumoroso de sonidos. Los hombres gritaban para oír lo que querían decir. «¿Qué habrá pasado?», se preguntaban. 

A los tres días todos estaban sordos. Se hacía imposible hablar con aquel zumbido de que estaba lleno el aire. Pero las campanas seguían, seguían, algunas ya cascadas, con un sonar hueco como de cántaro.
-Se ha muerto doña Susana.
-¿Muerto? ¿Quién?
-La señora.
-¿La tuya?
-La de Pedro Páramo.

Comenzó a llegar gente de otros rumbos, atraída por el constante repique. De Contla venían como en peregrinación. Y aun de más lejos. Quién sabe de dónde, pero llegó un circo, con volantines y sillas voladoras. Músicos. Se acercaban primero como si fueran mirones, y al rato ya se habían avecindado, de manera que hasta hubo serenatas. Y así poco a poco la cosa se convirtió en fiesta. Comala hormigueó de gente, de jolgorio y de ruidos, igual que en los días de la función en que costaba trabajo dar un paso por el pueblo.

Las campanas dejaron de tocar; pero la fiesta siguió. No hubo modo de hacerles comprender que se trataba de un duelo, de días de duelo. No hubo modo de hacer que se fueran; antes, por el contrario, siguieron llegando más.

La Media Luna estaba sola, en silencio. Se caminaba con los pies descalzos; se hablaba en voz baja. Enterraron a Susana San Juan y pocos en Comala se enteraron. Allá había feria. Se jugaba a los gallos, se oía la música; los gritos de los borrachos y de las loterías. Hasta acá llegaba la luz del pueblo, que parecía una aureola sobre el cielo gris. Porque fueron días grises, tristes para la Media Luna. Don Pedro no hablaba. No salía de su cuarto. Juró vengarse de Comala:

-Me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre.

Y así lo hizo.

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HASTA QUE SE ME FUERA EL SUEÑO


-Tengo la boca llena de tierra.
-Sí, padre.
-No digas: «Sí, padre». Repite conmigo lo que yo vaya diciendo.
-¿Qué va usted a decirme? ¿Me va a confesar otra vez? ¿Por qué otra vez?
-Ésta no será una confesión, Susana. Sólo vine a platicar contigo. A prepararte para la muerte.
-¿Ya me voy a morir?
-Sí, hija.
-¿Por qué entonces no me deja en paz? Tengo ganas de descansar. Le han de haber encargado que viniera a quitarme el sueño. Que se estuviera aquí conmigo hasta que se me fuera el sueño. ¿Qué haré después para encontrarlo? Nada, padre. ¿Por qué mejor no se va y me deja tranquila?
-Te dejaré en paz, Susana. Conforme vayas repitiendo las palabras que yo diga, te irás quedando dormida. Sentirás como si tú misma te arrullaras. Y ya que. te duermas nadie te despertará... Nunca volverás a despertar.
-Está bien, padre. Haré lo que usted diga.
El padre Rentería, sentado en la orilla de la cama, puestas las manos sobre los hombros de Susana San Juan, con su boca casi pegada a la oreja de ella para no hablar fuerte, encajaba secretamente cada una de sus palabras: «Tengo la boca llena de tierra». Luego se detuvo. Trató de ver si los labios de ella se movían. Y los vio balbucir, aunque sin dejar salir ningún sonido.

«Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimidos mis labios...»


http://www.youtube.com/watch?v=fwxbv1Ob3Hc

--CRG

Tuesday, December 04, 2012

ENTRE LAS CENIZAS

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura; texto leído en la presentación de Entre las cenizas. Historias de vida en tiempos de muerte, eds. Marcela Turati y Daniela Rea (Surplus, 2012)]


La guerra calderonista (2006-2012), que ha llenado al país de muerte y de duelo, ha motivado también y por lo mismo a escritores de rango muy diverso a replantearse de manera dinámica y actual la relación de la escritura y la guerra, generando una refulgente gama de cronistas en México. Son ellos los que, excavando en la acumulación de datos y de sangre, logran rescatar esa “luminosa, insoportable realidad” de la guerra que mencionaba la poeta británica Alice Oswald en su libro Memorial. An excavation of the Iliad. La palabra siempre es plural, pero tal vez pocos géneros como la crónica nos recuerden esa básica verdad con tanta fuerza. La palabra del cronista no puede dejar de ser la palabra de otro: una tensión en la que se dan cita, al menos, otros dos. Una expectativa. Algo que late. La relación de intercambio e implicación sobre la cual se basan todas las otras relaciones del mundo. La palabra, ahí, en ese vaivén entre enunciante y oyente adquiere, al menos, dos cabezas, tantos ojos, todas las manos. Usada y en uso, contaminada de todo, la palabra que se comparte —saliva, mirada, eco— toca las orillas de al menos dos experiencias, de al menos dos prácticas de significación, para producir, en el mejor de los casos, la respuesta total de que hablaba Rukeyser cuando pensaba en la poesía. Este lado de la palabra ha sido subrayado, a cabalidad, por muchos cronistas —practicantes de un género híbrido por naturaleza que se sostiene de la incorporación estéticamente relevante y políticamente útil de la experiencia de los otros. Son ellos los que, libreta o grabadora en mano, se adentran en las entrañas de un país en guerra no solo para mostrar la saña y el extravío, la corrupción y la crueldad, sino también, acaso sobre todo, esas múltiples estrategias cotidianas que han utilizado hombres y mujeres para sobrevivir con dignidad en circunstancias extremas. Son ellos los que, re-leyendo y re-escribiendo los textos de muchos otros, los lenguajes de muchos otros, han logado extraer el fósil vivo del empeño y la confianza, las tradiciones y el ingenio, el sentido de comunidad y la fe que, entre otros tantos elementos, han salvaguardado la existencia del país. Algunos de ellos, sin duda los mejores, están aquí, en Entre las cenizas.
Es fácil caer abatidos en tiempos de guerra. En el afán crítico que todo lo arrasa, tratando de identificar causas con presteza y enfocarse con similar urgencia en las soluciones del caso, es a veces fácil pasar por alto la amalgama de acciones cotidianas que mantienen a una comunidad en pie. En México, especialmente ahora, es fácil olvidar las muy largas y muy vivas tradiciones de resistencia que marcan a este país desde su mismo nacimiento. No es extraño de ningún modo, pues, que una buena parte de las crónicas que animan este volumen hagan caso omiso de la linealidad del tiempo y citen, en la palabra y en la acción del presente, prácticas de organización y de creencia que han aparecido una y otra vez, transformadas siempre, actualizadas de alguna forma, en la historia de México. Porque, entre otras tantas cosas, lo que este Entre las cenizasconforma es una historia viva del pasado reciente mexicano desde ese abajo múltiple, proteico, sináptico que está, en realidad, en todos los ámbitos del espacio social.
Las fogatas nos sirvieron para cuidarnos y conocernos, dice un participante de las recientes movilizaciones en Michoacán. Pero lo podría decir, sin problema alguno, el lector de este libro también. Vueltas leño y lumbre, calor y resguardo, cosa que ilumina y crepita, las crónicas de este libro animan a la cercanía y a la complicidad. Es importante estar al tanto de los periodistas desaparecidos, de la rapacidad de los narcotraficantes contra las comunidades indígenas, de la saña con que son tratados los migrantes centroamericanos en un tren que no por cualquier cosa le apodan “la bestia”, en su paso por territorio mexicano, del dolor que pesa en los corazones de los padres y madres de familia que han perdido hijos adolescentes en Ciudad Juárez, de la violencia que envuelve las vidas de tantos jóvenes en las pandillas urbanas de la Sultana del Norte, de la depresión que ataca, y ataca sin cuartel, a comunidades enteras sin la posibilidad de recurrir a ningún tipo de cuidado médico, de las venganzas que han tasajeado incluso a los que denuncian la violencia extrema por internet. Es importante, por supuesto, estar al tanto de todo esto. Pero es igualmente relevante, estética y políticamente, poner atención a lo que Alice Oswald llamó enargeia, esa “luminosa, insoportable realidad” del esfuerzo de todos los días y la resistencia cotidiana y la sobrevivencia más íntima. Es importante producirla, esa enargeia. De ahí estas fogatas de palabras, a través de las que nos conocemos y nos protegemos. De ahí esto; aquí. Estos son los casos. Las tradiciones ancestrales a las que recurren los miembros de una comunidad indígena que busca formas eficaces de autogobierno para resguardar tanto la seguridad pública como el derecho a sus bosques comunales. La reciedumbre de esas “locas que corren detrás de un tren” para alimentar a los migrantes que arriesgan sus vidas para atravesar nuestro país, demostrando así que el corazón mismo de lo doméstico, como lo es el cocinar, no está alejado de ninguna manera de lo político, como lo es la solidaridad con el desvalido. Los padres y maestros que, habiendo perdido a sus hijos y a los hijos de otros en una guerra que se ha ensañado especialmente contra los jóvenes, organizan actividades deportivas en Ciudad Juárez, justo en esa colonia que la historia de la infamia nacional cuenta como una masacre fundacional: Salvárcar. Los expandilleros que, conociendo el privilegio de la edad adulta, se vuelven hacia los suyos para mover la energía adolescente de los estratos de la violencia hacia los vericuetos del arte y de la música. Las mujeres que, aprovechándose de una terapia hecha de flores, se dan a la tarea de sanar eso que los antiguos llamaban el alma y nosotros sabemos que quiere decir el alma y el cuerpo en estos días. Los jóvenes y los no tan jóvenes que, sirviéndose de su acceso a conexiones digitales, han organizado también la resistencia contra el silencio de la guerra a través del uso estratégico del blog y del twitter. Todos ellos y todos ustedes y todos nosotros. Fogatas, sí. Y todos aquí.
Qué raro, pero qué cierto, es sentirse ahora, después de leer este libro, tan orgullosa de un país tan malherido. Qué gusto llenarse la boca con las palabras estoy con ustedes. Ustedes me son. Somotros, que diría Rimbaud. Gracias por compilarlo; gracias por escribirlo. Si un libro alguna vez es capaz de salvar la vida de alguien, ése, sin duda, será este libro. Uno siempre cuida su casa, dice otro participante de otro movimiento popular en el México de hoy. En efecto. Uno siempre. O más.
--crg



Sunday, December 02, 2012

AL FILO DE LA FIL 

Veinte poemas para ser leídos en una balacera
11:00 a 11:50 hrs. Salón C, Área internacional
Autor(es): John Gibler
Presenta: Cristina Rivera Garza, Diego Enrique Osorno, Gabriel Elías

Entre las Cenizas. Historias de vida en tiempos de muerte
12:00 a 12:50 hrs. Salón C, Área internacional
Autor(es): Marcela Turati y Daniela Rea (eds)

Presenta: Cristina Rivera Garza

¡Nos vemos por ahí!

--crg

Friday, November 30, 2012

Taiga Blackout

#FILTAIGAREMIX: Tusquets/ITESO
Vivian Cárdenas mezcla #ElMaldelaTaiga

Taiga Blackout

--crg

Tuesday, November 27, 2012

EL REGRESO DEL YO

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]


Mucha de la energía que dio pie a los modernismos y vanguardismos de inicios del siglo XX se formó entre las flamas donde se consumió el yo lírico: una figura autorial legitimada por su apego a la experiencia y, luego entonces, la autenticidad de un relato controlado por un sujeto portador de sentido. El autor murió, o volvió a morir, al menos en cierta tradición occidental, más o menos a finales de los sesenta, cuando Barthes y Foucault publicaron sus ensayos “La muerte del autor” y “¿Qué es una obra?”, respectivamente. Muy lejos de molestarse por la pregunta acerca de la originalidad de los textos, que era y es una pregunta sobre la expresión fidedigna de una interioridad autorial o, peor, sobre la propiedad del lenguaje, Barthes insistía en que el texto era “un tejido de citas provenientes de los mil focos de cultura”, cuyo sentido era develado, o fraguado en todo caso —reconstituido, eso sí— por la lectura.
Más recientemente, los conceptualistas han decretado una vez más la muerte del yo lírico, llamando la atención sobre procesos de escritura que transforman al autor en curador de textos, con frecuencia en compañía y a la par de las máquinas. Tal vez por eso deba notarse que dos de los libros que llegan con sendos premios a la FIL de Guadalajara —Canción de tumba, de Julián Herbert, quien se hizo acreedor del Premio Elena Poniatowska, y Sangre en el ojo, de Lina Meruane, que ganó el Sor Juana— se fincan en el terreno de la autoficción: esa forma narrativa del yo en que la delgada línea entre la ficción y la no ficción se vuelve, si cabe, más delgada aún. La división entre el narrador y el autor se cuestiona, si no es que se invalida, a través de la producción de personajes que llevan el nombre del autor y que, aún más, dirigen sus discursos a un tú —la madre en el primer caso; la pareja, en el segundo— desde el que regresan, convertidos en otra cosa.
Generados dentro y por el espacio del hospital donde cae el cuerpo vulnerado, estos textos refieren experiencias muy personales pero siempre en relación a otros: desde la tecnologías de atención social hasta las tácticas de cuidado en núcleos donde lo familiar es polimorfo y singular. Se trata de un yo, en efecto, pero de un yo más allá del discurso identitario: menos preocupado por decirse a sí mismo y más por decir algo del cuerpo en relación a otros y en relación al mundo. Para contextualizar mejor la lectura de estos libros, valdría la pena traer a colación lo que Peter Sloterdijk, Micheal Onfray y Judith Butler, entre otros, han dicho sobre las relaciones entre el yo y el tú y la escritura.
Sloterdijk recurre al concepto de la escritura nerviosa (marcada por tatuajes emocionales conocidos como engramas, que “ninguna educación es capaz de cubrir del todo y ninguna conversación logra esconder del todo”) para argumentar, apoyándose en la célebre cita de Paul Celan, que “la poesía no se impone, se expone”. Y el exponerse —al menos en el caso del Sloterdijk que escribió esa lección de Frankfurt que responde al título de “La vida tatuada”— ciertamente involucra el gesto de autodesnudamiento que pone en juego el tatuaje original y que es, desde un inicio, “un gesto de apertura, una victoria sobre la asfixia, un paso hacia delante, un exhibirse, un manifestarse y darse a oír, un sacrificio de la intimidad en aras de la publicidad, una renuncia a la noche y niebla de la privacidad en beneficio de una ilustración bajo un cielo común”. En el arte primero es el testimonio y luego la creación puesto que, de otra manera, sin ese tatuaje primigenio que pone en movimiento al lenguaje, que con-mociona al lenguaje, el arte solo “será ejemplo de transmisión de una miseria brillante”: una impostura.
Por su parte, Onfray parece abogar por algo parecido cuando decidió concluir su Teoría del cuerpo enamorado. Por una erótica solar con una coda de título “Por una novela autobiográfica”. Sirviéndose de la obra de Luciano de Samóstata, Onfray trae a colación dos lecciones, a saber: que “los filósofos manifiestan un talento verdadero para construir mundos extraordinarios, pero inhabitables”, y que “los filósofos enseñan unas virtudes que se cuidan mucho de practicar. Venden morales que se reconocen incapaces de activar”. Dar cuenta de uno mismo en este caso no constituye un acto superfluo de exhibición personal, sino una estrategia retórica y moral que liga la idea profesada y la vida vivida. “La lección que podemos retener de los doxógrafos antiguos sigue siendo importante”, argumenta Onfray, “cuando la vida filosófica necesita, y hasta exige, la novela autobiográfica, cuando una obra presenta interés solamente si produce efectos en lo real inmediato, visible y reparable”.
Dar cuenta de uno mismo es contar una historia del yo, pero es también contar con una historia del tú. El yo, dice Butler en Giving an Account of Oneself, es difícilmente esa estructura unitaria y hermética que forma parte de un contexto más o menos estático dentro del cual gravita, rozando apenas otras entidades parecidas. Siguiendo a Adriana Caverero y en contraste con una visión nietzscheana de la vida, Butler dice que “yo existo en importante medida para ti, en virtud de tu existencia. Si pierdo de perspectiva el destinatario, si no tengo un tú a quien aludir, entonces me he perdido a mí misma. Es posible contar una autobiografía solo para otro, y uno puede referenciar un ‘yo’ solo en relación a un ‘tú’: sin el tú mi historia es imposible”. Pero estar antecedido, y luego entonces constituido, por el otro constituye un testimonio de la radical opacidad del yo para consigo mismo. De ahí que el yo sea en realidad una rasgadura.
Un recuento de uno mismo debería enunciarse en una forma narrativa que diera testimonio de tal modo relacional de la vulnerabilidad humana. Una autobiografía, en este sentido, tendría que ser sobre todo el testimonio de un desconocimiento, una biografía del otro tal como aparece, en modo enigmático, en mí. Tres títulos para consideración: La autobiografía de Alice B. Toklas, de Gertrude Stein; La autobiografía de mi madre, de Jamaica Kinckaid, y Autobiografía de Rojo, de Anne Carson. Entendido de esta manera, dar cuenta de uno mismo a través de un relato del yo deja de ser un ejercicio narcisista apegado a la autenticidad de la experiencia, y la emoción de la experiencia, que lo suscita, es decir, el canto del yo lírico, para convertirse en una ex–céntrica excursión por la opacidad que eres tú en mí. Bienvenidos, pues, esa Canción de tumba y esaSangre en el ojo.
--crg